Un sacerdote y un abogado entran en una panadería.
El abogado mira a su alrededor con astucia, coge tres bollos recién horneados y se los mete rápidamente en los bolsillos.
Le dice al sacerdote: «Ha hecho falta mucha habilidad y astucia para robar esos bollos. El dueño ni siquiera me vio».
El Sacerdote le contesta: «Eso es un simple robo, te enseñaré a hacerlo de la manera honesta y obtendrás los mismos resultados».
El Sacerdote entonces procedió a llamar al dueño de la panadería, «Señor, quiero mostrarle un milagro del señor».
El dueño, intrigado, se acercó a ver de qué hablaba el Sacerdote.
El Sacerdote le pidió un bollo, y luego procedió a dárselo a un hombre de aspecto indigente que estaba afuera.
Le pidió dos veces más, y después de repartir una vez más los bollos, el dueño le dice: «Bueno amigo, ¿dónde está el milagro?».
El Sacerdote dijo,
«Mira en los bolsillos del Abogado».