El príncipe Carlos ha decidido caminar todos los días.

El príncipe Carlos ha decidido caminar todos los días.

Sin embargo, su ruta le lleva a una esquina en la que siempre hay una prostituta ofreciendo sus servicios.

Aprendió a prepararse para lo que le esperaba al acercarse.

«¡Ciento cincuenta libras!», gritaba ella.

«No, ¡cinco libras!», decía él con la boca para callarla.

Este ritual entre él y la prostituta se convirtió en algo cotidiano.

«¡Ciento cincuenta libras!»

Él le gritaba: «¡No, cinco libras!».

Un día, Camilla decidió acompañar a su marido.

A medida que la pareja se acercaba a la esquina de la prostituta, el príncipe Carlos se dio cuenta de que había ladrado su oferta de 150 libras y Camilla se preguntaba qué había estado haciendo realmente en todas sus salidas anteriores.

A medida que se acercaban al rincón de las prostitutas, se sentía más aprensivo que de costumbre.

Efectivamente, allí estaba ella.

Intentó evitar el contacto visual mientras ella miraba a la pareja pasar.

Entonces, la prostituta gritó: «¡Mira lo que consigues por cinco libras, cabrón!».

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