Un vaquero que acaba de mudarse de Wyoming a Texas entra en un bar y pide tres jarras de Bud.

Un vaquero que acaba de mudarse de Wyoming a Texas entra en un bar y pide tres jarras de Bud.

Se sienta al fondo de la sala y bebe un sorbo de cada una de ellas. Cuando las termina, vuelve a la barra y pide otras tres.

El camarero se acerca y le dice al vaquero: “Sabe, una jarra se queda vacía después de sacarla. Sabría mejor si compraras de una en una”.

El vaquero responde: “Bueno, verá, tengo dos hermanos. Uno está en Arizona y el otro en Colorado. Cuando nos fuimos todos de nuestra casa en Wyoming, prometimos que beberíamos así para recordar los días en que bebíamos juntos. Así que bebo una cerveza por cada uno de mis hermanos y una por mí”.

El camarero admite que es una bonita costumbre y lo deja ahí. El vaquero se convierte en un habitual del bar, y siempre bebe de la misma manera. Pide tres jarras y se las bebe por turnos.

Un día llega y sólo pide dos jarras. Todos los clientes se dan cuenta y se callan. Cuando vuelve a la barra a por la segunda ronda, el camarero le dice: “No quiero entrometerme en su dolor, pero quería darle el pésame por su pérdida”.

El vaquero parece perplejo por un momento, pero luego se le ilumina la mirada y se ríe.

“Oh, no, todo el mundo está bien”, explica, “es sólo que mi mujer y yo nos unimos a la Iglesia Bautista y tuve que dejar de beber”.

“Aunque no ha afectado a mis hermanos”.

Se sienta al fondo de la sala y bebe un sorbo de cada una de ellas. Cuando las termina, vuelve a la barra y pide otras tres.

El camarero se acerca y le dice al vaquero: “Sabe, una jarra se queda vacía después de sacarla. Sabría mejor si compraras de una en una”.

El vaquero responde: “Bueno, verá, tengo dos hermanos. Uno está en Arizona y el otro en Colorado. Cuando nos fuimos todos de nuestra casa en Wyoming, prometimos que beberíamos así para recordar los días en que bebíamos juntos. Así que bebo una cerveza por cada uno de mis hermanos y una por mí”.

El camarero admite que es una bonita costumbre y lo deja ahí. El vaquero se convierte en un habitual del bar, y siempre bebe de la misma manera. Pide tres jarras y se las bebe por turnos.

Un día llega y sólo pide dos jarras. Todos los clientes se dan cuenta y se callan. Cuando vuelve a la barra a por la segunda ronda, el camarero le dice: “No quiero entrometerme en su dolor, pero quería darle el pésame por su pérdida”.

El vaquero parece perplejo por un momento, pero luego se le ilumina la mirada y se ríe.

“Oh, no, todo el mundo está bien”, explica, “es sólo que mi mujer y yo nos unimos a la Iglesia Bautista y tuve que dejar de beber”.

“Aunque no ha afectado a mis hermanos”.

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